miércoles, 14 de diciembre de 2011

 Supernova Cristina
Llega un momento en la vida de ciertas estrellas  en que absorben todo el sistema planetario y su brillo aumenta en intensidad descomunalmente. Para el observador superficial, este puede parecer un momento de grandeza y magnificencia. Pero sucede que la estrella está reventando. El avasallador triunfo de octubre de la fórmula oficial dejó a sus más cercanos competidores a más de treinta y cinco puntos de diferencia. El Frente Para la Victoria es, para decirlo con Laclau, una totalidad incompleta. Pero, como hemos dicho antes, la hegemonía puede ser el preludio del abismo.
Si bien es llamativo el poder electoral del oficialismo luego de ocho años de gestión, no menos llamativo es el comportamiento de los opositores. Francisco de Narváez demostró que no es peronista cambiando de caballo en el medio del río: en plena campaña decidió apoyar a Rodríguez Sáa y abandonar el esfuerzo electoral del radicalismo. Este rasgo de cinismo político tan explícito es difícil de parangonar. No es una “Borocoteada”: es mucho más porque en plena campaña alguien decide, con total desprecio de sus compañeros de ruta y de los electores a los que hasta hacía poco llamaba a votar por la alianza que integraba, que no le aporta ir en la misma lista y cambia de simpatías en el mes anterior al comicio. Una cosa increíble… hace unos años. Hoy los partidos no existen y el sistema político lo sufre. Desde 1983 a la fecha, el sistema bipartidista que encuadraba a más del ochenta por ciento de los votantes en partidos debidamente estructurados que respondían a culturas políticas diferentes, ha ido dejando lugar a  otra estructura mucho más atomizada y laxa donde el dirigente es la unidad de referencia más importante. Hoy las alianzas ad – hoc son el reflejo de la disolución de los contenidos de aquella/s cultura/s política/s y de la fisonomía que le daban al sistema. La preeminencia del dirigente sobre el partido primero y del oportunismo marketinero sobre cualquier compromiso programático o tradición política no muestra más que la falta de representatividad de la élite política. Para decirlo en términos de Marx (de Groucho Marx): “Estos son mis principios. Si no le gustan, tengo otros”. Una paradoja puede representarla Felipe Solá. Quizás la baja más resonante, después del Vicepresidente de la República, del equipo kirchnerista durante el “Conflicto del Campo” de 2008, hoy ha vuelto al (último) puerto de salida. El acercamiento entre el sector agropecuario y el Gobierno Nacional seguramente no es ajeno a este nuevo bandazo del ex – Gobernador de Buenos Aires. La paradoja está dada, como se ve, en que a pesar de las apariencias existe una muy probable coherencia. Que, por razones políticas y aun doctrinarias, no puede hacerse pública ya que desde el Abate Sieyes, la representación política de cada legislador tiene como fundamento al conjunto y no a intereses corporativos, sectoriales o particulares. Lo mismo advertía Burke a los electores de Bristol en su famoso discurso en cuanto a su independencia de criterio con respecto a su base electoral. Solá muestra lo que vale para él la representación que invoca como fuente de legitimidad: nada.  Él no está allí como representante “del pueblo”  o de los Estados Provinciales como unidades preexistentes a la República Federal sino como vocero y operador de determinados intereses sectoriales aunque invoca la representatividad de “la Nación” como diputado o de la Provincia Buenos Aires en el Senado. El desprecio por el electorado –al que intenta manipular en su provecho- y por la función constitucional que cumple en beneficio de una eventual ventaja posicional son los rasgos que lo igualan a sus colegas.


La Isla Bonita
Dentro de ese panorama el conglomerado K aparece como una forma organizada, esto es: que responde a un mando unificado que le da sentido. La capacidad de asir las riendas por parte de la Presidenta es su mejor carta de presentación. El kirchnerismo no sintetiza pero sí logra reunir una cantidad de actores e intereses que, según los manuales de ciencia política, no aguantarían mucho tiempo juntos: desde el empresariado más concentrado (como las empresas privatizadas) hasta los organismos de derechos humanos; líderes territoriales y sindicales junto a intelectuales de izquierda y artistas de distintos campos. El kirchnerismo es capaz de pararse al lado de Chávez o de Evo Morales que han hecho de la nacionalización del petróleo su bandera y no tener una empresa estatal que efectivamente se dedique a, siquiera, regir el mercado nacional del sector. En lugar, existe un sello que funciona como una oficina de concesiones. No contento con ello, acaba de reconocer al CNT de Libia como el Gobierno legítimo de aquél país en concordancia con los intereses petroleros de la OTAN. Es capaz de hablar de Derechos Humanos y no hablar de Julio López o Luciano Arruga, desaparecidos en democracia. Y lograr que la mayoría de los organismos de DD.HH. tampoco digan nada. Nada que disguste al Gobierno Nacional. Más bien, todo lo contrario.  Es capaz de pedir “renuncia” a los subsidios a las privatizadas “en favor de los que más lo necesitan” y nuevamente encolumnar a la izquierda intelectual sin que nadie se pregunte por los costos de la estructura fragmentada del sistema energético o si una YPF pensada de manera similar a su homóloga Petrobrás  (¡que fuera pensada  a partir del modelo de YPF, como todas las petroleras estatales del mundo!) podría mejorar los costos, dar beneficios y ser una palanca de radicación de inversiones industriales. El kirchnerismo es la única fuerza política organizada de la Argentina. No hay otra. Es una isla de orden en un caos. Hace converger las expectativas de los compradores de humo de toda la vida y de los pícaros y rufianes de distinto origen. Es la totalidad de la que habla Laclau en cuanto al relato democrático de 1983. En él convergen todos los ideales virtuosos (retórica) y las prácticas viciosas. Por eso puede juntar lo imposible. Es la única referencia. Pero también es un punto máximo de concentración.
Kapow!
Imaginemos una formación ferroviaria chocando contra una pared de concreto. No lo pensemos tal como sucede realmente sino como sucedería en un dibujo animado: luego de golpear la máquina, todos los vagones convergen en el mismo punto. Uno tras otro, con todo su contenido, terminan en un pequeño círculo donde encontraremos a pasajeros, carga y estructura. Eso es lo que sucedió en 2001. En aquél entonces, la máquina chocó contra el concreto y mostró las limitaciones del sistema, su incapacidad para cambiar el rumbo. Una incapacidad buscada y como ejemplo de ello no hay más que pensar en el Régimen de Convertibilidad. El kirchnerismo logró que todo el tren converja en un punto, según el modelo de los dibujitos animados, evitando el desmadre y la dispersión propias del modelo real. En tanto que el centro del sistema sea lo suficientemente fuerte y pueda atraer al conjunto de los elementos, el sistema permanecerá estable. Pero irá acumulando presión procedente del conjunto que continua chocando contra la pared. Vamos a fundamentar esto. El régimen constitucional surgido en 1983 tiene dos bases históricas: una económica y otra política. La económica está ligada al fin de una etapa en la destrucción de la economía argentina caracterizada por el endeudamiento fraudulento y la desindustrialización. Para 1981, ese proceso estaba concluido. El aspecto político está relacionado con la derrota militar en Malvinas que determinó el  descrédito final de los uniformados. Contrariamente a lo que sostiene el discurso democrático, el régimen en cuestión surge de la derrota popular. Luego del fracaso de la solución de compromiso del alfonsinismo, el período siguiente vio, bajo el auspicio del Consenso de Washington, el avance de la economía sobre la política. Se perdió de vista la función legitimadora de la política y las élites políticas se confundieron con las económicas en negocios e intereses. El resultado fue Diciembre de 2001, el choque contra el muro de concreto. En cierta forma, la economía se terminó comiendo a sí misma por la cola. Desde entonces, es la política la pata preeminente y el discurso reivindicativo, propio del populismo, dominó y domina francamente la escena. Tanto como el recetario liberal de la economía lo hizo en su época de gloria.  Cierto es que “la política” pudo hacer esto porque logró mejorar la situación económica merced a la devaluación, el dafault y fundamentalmente la mejora de los términos de intercambio para los productos que exporta el país, cuyas retenciones permitieron mejorar las destruidas arcas públicas. La prognosis es la misma que para el economicismo: del mismo modo que resultó insostenible que un peso fuera equivalente a un dólar, pensar que un 54.11% del padrón efectivamente votante es “militante” y sintoniza 6-7-8, es un delirio. El problema con este delirio es que la coalición política que lo sostiene es casi coextensiva del sistema político y su piedra de toque. Ahora es la política la que terminará con el rabo entre los dientes.  Lo que está por venir, entonces, es la vuelta desde el modelo de dibujitos al modelo más cercano a la física realmente existente. El núcleo será incapaz de comprometer en el mantenimiento del statu quo al conjunto de fuerzas que convergen sobre él y colapsará de la misma forma que colapsó la economía en 2001: por rigidez inducida. La rigidez no es un síntoma de fortaleza sino de debilidad pues impide el cambio adaptativo.  En 2001 los especuladores –los mismos que hubieron contribuido en su momento a su entronización-  veían las debilidades del peso y apostaban en su contra. En clave política, cualquier diario de hoy muestra el comienzo de un proceso similar, agravado por la estructura “movimentista” del sustento socio – político del kirchnerismo. Este tipo de estructura puede ser muy útil para momentos de crisis ya que puede encuadrar, como lo hizo, actores con orígenes diversos. Como nos dice Laclau, esa diversidad converge en un liderazgo fuerte.  Pero si comienza una dispersión que le reste progresivamente su fuerza tal lider, como un superhéroe de historieta que pierde  los poderes que lo caracterizan, se transforma en un mortal más.
De hoy en adelante
El colapso sucesivo de ambas patas sobre las que se apoyaba una estructura perversa que, pregonando libertad y bienestar popular, generó pérdida de autonomía y degradación nacional, abrirá la discusión sobre actores y programas con realismo y sin las ataduras que implicaba el encuadre anterior.  Esta “deconstrucción” será la base de una nueva era en la Historia Nacional. Perderemos la linealidad del discurso, la que nos marcaban los rieles de acero y nos encontraremos con actores y contenidos cruzándose por el debate político. Sobre el actor principal de esta nueva etapa, su ideología y organización agregaré a lo expuesto en otras entradas que deberá cuestionar las bases económicas y políticas sobre las que se basó el régimen  hoy en vigencia: la destrucción económica y el sometimiento al llamado “Mundo Marítimo” representado por la derrota de Malvinas, trascendiendo los tradicionales "combos" cerrados que ofrecene la izquierda y la derecha. Aquél Mundo Marítimo sólo nos puede ofrecer la condición de periferia de tercer o cuarto orden luego de los Estados Unidos, Europa y, en el nivel regional, Brasil y Chile. Argentina está en condiciones y necesidad de replantear esta “inserción” en el Mundo del Siglo XXI a partir de una alianza según el eje Andino – Patagónico, haciendo uso de sus riquezas naturales, su cultura y una coyuntura internacional favorable: la crisis terminal del Centro, de Europa y los Estados Unidos. Esta es la verdadera alternativa sudamericana y no la de ser periferia de un Estado auto – integrado como el Brasil que nada necesita de sus vecinos salvo el papel de corifeos tanto en el campo político como en el  económico. Por lo demás, Brasil, con la mitad de la población sudamericana, sigue siendo mucho más desigual que la Argentina. Este carácter auto – integrado y masivo de Brasil pone un techo, no un piso, a las expectativas de progreso delos pueblos sudamericanos que nos incluye, como es lógico.
La puesta en marcha de un nuevo Proyecto Nacional es la hipótesis optimista. La pesimista, se queda en la mera destrucción. Ambas son posibles. La diferencia estará en la capacidad de ver o no el destino común como tal.

lunes, 17 de octubre de 2011

Entre la Hegemonía y el Abismo
 Así podría describirse la situación actual de la coalición gobernante y del sistema político argentino. Mientras el desempeño electoral del oficialismo en la próxima elección promete ser abrumador, se abre para el futuro inmediato un horizonte de crisis de su estructura de poder
Heterogeneidad  y confrontación
Hasta aquí la estrategia del kirchnerismo conjugó un discurso radical con un sistema de alianzas mucho más variado. Si bien confrontó con los sectores establecidos en el campo político, económico y aún institucional, su construcción política fue más heterogénea. Logró alinear a los jefes territoriales del Conurbano Bonaerense a la vez que incorporó a varios de los nuevos actores que emergían de la crisis: los movimientos piqueteros, sumándolos al Gobierno y dándoles acceso a recursos del Estado en la forma de “planes sociales” (una forma de seguro social distribuido por el Estado a través de distintas organizaciones) y encolumnó también a los organismos de derechos humanos. Con audacia en la ejecución y realismo en los objetivos, logró un equilibrio entre sectores disímiles. En el campo sindical trazó una alianza con la conducción de la Confederación General del Trabajo (CGT) pero mantuvo abierta la comunicación con un sector de la central alternativa, la Central de Trabajadores Argentinos (CTA).
Cambiar para seguir: a grandes urgencias, enormes riesgos
El estilo político del kirchnerismo ha tendido siempre a la centralización. Puede pensarse que su proyecto inicial preveía una serie de pasos que se van cumpliendo: el primer paso fue hacerse un lugar en el espacio nacional ganando autonomía con respecto a su mentor, Eduardo Duhalde y disciplinar/alinear a los jefes territoriales y sindicales; esterilizar política y electoralmente a la oposición y, finalmente, sintetizar la hegemonía resultante en una organización política nueva y perfectamente alineada detrás de las figuras de Néstor y Cristina.  Los primeros pasos han sido dados con éxito. De no haber ocurrido la muerte de Néstor Kirchner, no existiría presión estructural sobre los tiempos. Cualquier discusión sobre la conducción del proceso y el Estado quedaría, al menos, a un lustro de distancia. Pero hoy no es así. La continuidad está amenazada por el límite constitucional de una sola reelección y la consecuente imposibilidad de la Presidenta de renovar su status de jefatura en 2015. Ante este escenario, se presentan varias alternativas.
·         Desistir de la reelección capitalizando los logros de gestión para una nueva etapa a partir de 2015. Teniendo en cuenta las dificultades de agenda del próximo gobierno y la desarticulación de las fuerzas políticas en su conjunto esta sería una opción  razonable. En caso de crisis existiría un recambio posible y rápido capaz de reconstruir la legitimidad del poder. Pero no se condice con el estilo político del kirchnersimo y hasta el slogan que repiten los militantes del oficialismo: “Nunca menos”, parece descartar toda posibilidad de volver al llano.
·         Buscar una reforma constitucional que habilite nuevos períodos presidenciales. En caso de una victoria en la elección de medio término de 2013, podría pensarse en una elección constituyente en 2014 y para el año siguiente tener habilitada la continuidad. Más allá de requerir el beneplácito de los jefes territoriales y del sindicalismo, esta opción presenta problemas de agenda importantes: en primer término, las medidas poco dulces que se perciben en el horizonte inmediato y en segundo la simultaneidad de estas medidas con la instalación de la necesidad de la reforma. Una caída en los niveles de popularidad de la Presidenta no sería el mejor marco para plantear una nueva reelección, particularmente teniendo en cuenta la necesaria negociación con los Jefes territoriales y sindicales que podrían retacear el apoyo.
·         Generar una fuerza propia homogéneamente alineada con la Jefa de Estado. Si esta fuerza se consolidara antes de las elecciones de 2013 podría facilitar, luego de un buen resultado en las aquellas elecciones, el tránsito hacia una reforma constitucional o permitir el ascenso de una figura perfectamente afín. Esta figura podría ser el hijo de la pareja Kirchner: Máximo, creador y referente de una agrupación política -“La Cámpora” – que ya ha provisto de cuadros al Gobierno Nacional. Esta es la más peligrosa para el sistema político. 
Algunos de los pasos que ha tomado el oficialismo en los últimos tiempos parecen marcar el camino de esta tercera opción. Como las llamadas “listas colectoras”, que implican una lista electoral paralela a la del Frente para la Victoria (la lista que el oficialismo comparte con los jefes territoriales) de carácter homogéneamente kirchnerista. O el creciente distanciamiento de la CGT y  de su Secretario General, Hugo Moyano, que incluye el encarcelamiento de varios dirigentes sindicales. Esta fuerza política incluiría a dirigentes políticos y sociales muy cercanos a las políticas “progresistas” del Gobierno, como Martín Sabatella o el cuestionado Secretario de  la central obrera alternativa, la CTA, Hugo Yasky. La mera existencia de esta fuerza implicaría el replanteo de todo el arco socio – político. La característica central sería la desaparición de toda referencia intermedia y la ligazón directa con el centro distribuidor de poder.
Futuro incierto
Pero, como dijimos, es una apuesta peligrosa. Tan riesgosa como apostarlo todo en una carrera de resultado incierto. La instalación política de esta fuerza debe hacerse en tiempo récord y siempre antes de que se produzca el desgajamiento de la coalición actual. Para peor, su eventual consolidación aumentaría naturalmente la tendencia al desbande. Un desbande con fuerte carga de resentimiento. El impacto de esta carrera sobre el sistema político se ve multiplicado por la carencia de fuerzas políticas alternativas de relevancia. El conjunto opositor está totalmente desarticulado y, de consolidarse el resultado de las primarias, carece de representatividad. Aun con sus elementos más importantes adosados con el inestable pegamento del oportunismo, el Frente para la Victoria es la única fuerza política organizada de peso. La agenda por venir no ayuda: el pronóstico indica fin de las buenas épocas con un frente inflacionario que obligará a bajar la demanda agregada. Argentina mantiene subsidios que han llegado a miles de millones de dólares con el objeto de mantener los precios de los servicios públicos sin aumentos. Esto representa varios puntos del PBI. Su retiro impactaría sobretodo en sectores medios y altos, los menos afectos al Gobierno. Los sectores medios han perdido su encuadre político tradicional, la UCR, y ninguna de las opciones partidarias ha reemplazado al centenario partido en esa función con cierta estabilidad. Los sectores altos, tienen sus propias formas de presión ante la debilidad del poder político a través, por ejemplo, de los mercados o la prensa privada. El sistema político parece caminar entre la hegemonía y el abismo porque el armado político electoral que prepara el gobierno es de un voluntarismo y ceguera tal que puede compararse a querer parar un edificio de varios pisos sobre un escarbadientes. Un caso paradigmático es el del candidato a vicegobernador por la Provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto. Ese puesto en 2007 correspondió a Alberto Ballestrini, importantísimo jefe territorial de La Matanza, en el Conurbano bonaerense. No hay mediación: ahora la relación de dependencia es directa y un hombre del riñón presidencial sin poder territorial se hará cargo de la candidatura. Su mayor mérito fue el de ser el autor de la Ley de Medios, piedra angular del conflicto con el conjunto de multimedios y Clarín, el mayor grupo del sector, en particular. En cuanto al sistema político, se prevé que ninguna fuerza alcance a quedar, siquiera, a 30 puntos del oficialismo. Una hegemonía plena.
A falta de otro
Según Ernesto Laclau, el populismo se construye a partir de la diferencia con el “otro”. Hay un actor hegemónico y frente a él y contra él se construye la identidad del “pueblo”. Pero qué pasa, entonces, cuando ya no hay otro, cuando el antiguo régimen ha quedado a 30 puntos detrás del nuevo paradigma popular. Pues uno esperaría que el heterogéneo conjunto empiece a crujir… No existiendo oposición, es probable que los políticos profesionales del conjunto vencedor comiencen a posicionarse para la era post – K. Y que la diferenciación comience desde adentro hacia afuera, desintegrando la articulación de poder oficial. Tanto más cuanto que no se avizora gran generosidad con las organizaciones tradicionales del peronismo. Lejos de ello, como dijimos, el poder central recela de sus antiguos aliados y los desplaza de los espacios institucionales de poder. Sin embargo, estas organizaciones tienen poder de calle pero no necesariamente son capaces de contener el sistema o de darle legitimidad. El panorama provincial presenta, en distritos como Santa Fe, Córdoba o Ciudad de Buenos Aires, un panorama similar dominado por los oficialismos sin congruencia ni conexión orgánica con la realidad nacional. Esta realidad muestra dos caras de la crisis del sistema político: por una parte, la profundidad de su disgregación que penetra el agregado nacional alcanzando los sistemas provinciales; por otra, que la falta de alternativas se repite a nivel provincial. Ningún jefe provincial pudo nacionalizar su liderazgo. Las capacidades de la oposición son meramente frondistas. Por otro lado, la declamada “nueva política” constituida por las “organizaciones sociales” y otros actores colectivos e individuales “progresistas” ha demostrado en las primarias su escaso alcance electoral. Los dirigentes en cuestión resultan, en realidad, segundas y terceras líneas recicladas de la política tradicional que saltearon varias filas hacia el primer lugar a partir de la debacle sistémica de 2001/2 y de ninguna manera podrán sobrevivir a una crisis del poder central.  Su arma, como el de sus eventuales adversarios, es la capacidad de movilización callejera.  Y en esto reside la médula del problema socio – político argentino. Existe una enorme capacidad de impugnación a partir de la movilización de masas empobrecidas y cuya única esperanza económica y aún social consiste en el alineamiento con algún aparato político, cualquiera sea. No es verdad que exista una “masa esclarecida” o cosa por el estilo. En definitiva, es la Argentina del siglo XX con sus esquemas de participación la que está en crisis. El único actor libre, es decir, que no ha sido encuadrado por las organizaciones políticas y que tampoco forma parte de la élite económica de poder, lo constituyen los sectores medios. Como en 1943 ocurría con el migrante interno, hoy quien sepa interpretar a este sector tendrá la llave de un futuro no tan lejano. Y como en aquél entonces, lo más probable es que la puerta se abra “desde arriba” ya que estos estratos carecen de organicidad: tal organización podría provenir de un “gesto de orden” desde la cima del Estado, tal como en el peronismo originario. Un gesto de orden que se traduzca en dar organicidad a lo existente de manera de permitir la gobernabilidad del sistema pero de ninguna manera un gesto de carácter represivo o reaccionario. Pero por ahora, después de la hegemonía sólo se ve el abismo

viernes, 16 de septiembre de 2011

¿Se viene el Rodrigazo?

¿Se viene el “Rodrigazo”?
En el artículo dedicado al “Rodrigazo”, leemos en Wikipedia: “El 4 de junio de 1975, el entonces Ministro de Economía argentino Celestino Rodrigo, dispuso un brutal ajuste que duplicó los precios y provocó una crisis terminal en el gobierno de Isabel Perón. Rodrigo quería eliminar la distorsión de los precios relativos con una fuerte devaluación de 160% para el cambio comercial y 100% para el cambio financiero”. Y detalla a continuación los principales cambios de precios:
  • Devaluación de más de un 150% del peso en relación al dólar comercial.
  • Suba promedio de un 100% de todos los servicios públicos y transporte.
  • Suba de hasta un 180% de los combustibles.
  • Como contraparte, aumenta un 45% los salarios
Todos podemos leer en las facturas de electricidad, en las de gas, en la tarjeta de subte, en los carteles de fijados dentro de los colectivos, en las estaciones de tren, etc., que todos esos servicios cuentan con subsidio del Estado Nacional. En las facturas servicios domiciliarios se muestra, en primer lugar, el monto que deberíamos abonar si no existiera tal subsidio;  luego la deducción correspondiente y finalmente la cantidad de dinero a abonar. A modo de descargo o quizás de profecía, se hace una comparación de lo que pagaríamos en otros países de la región por nuestro consumo. Notamos que la diferencia excede, incluso, el incremento verificado en el ajuste más famoso de la Historia económica nacional.
A su vez, una de las patas de “El Modelo”, está bastante corroída por el paso del tiempo: hablamos del tipo de cambio. La devaluación de 2002 implicó el encarecimiento de productos importados con beneficio para la producción nacional, particularmente en el sector industrial. Esto llevó a mejorar el empleo y descomprimir la situación social. Paralelamente, el aumento internacional de los productos agrícolas y mineros que exporta la Argentina permitió la mejora de la balanza comercial. A través de las retenciones y otras medidas regulatorias, el Gobierno pudo hacerse de parte de la renta y financiar el gasto público, siempre en aumento. Uno de los rubros de mayor aumento fue, justamente, el subsidio a las privatizadas y el transporte urbano del Área Metropolitana que pasó de $ 2.000 millones a casi $ 60.000. Lo que ha debilitado esta pata del "Modelo" es la inflación: el aumento de precios interno es superior al aumento del tipo de cambio (peso contra dólar, euro o real) lo cual incrementa los costos en moneda nacional sin compensación cambiaria, desalentando la exportación. Exportar, es menos negocio; empieza a ser negocio importar. Por eso el balance comercial ha caído bastante. Y en un entorno de crisis internacional, en el que el mundo compra menos y quiere vender más, ese “atraso cambiario” se hará más evidente.
Como se deduce del conjunto de cifras que hemos expuesto, la bonanza del comercio exterior pasó por el fisco y se quedó, desproporcionadamente, en los bolsillos de los grupos económicos más poderosos del país, no en los ciudadanos más necesitados. Pero los participantes del “capitalismo de amigos” han iniciado una “puja distributiva” contra el pueblo a través de la inflación. No piensan aumentar la producción (y bajar la inflación) sino producir menos y aumentar los precios (y bajar expectativas salariales y de consumo popular). El problema se encadena de la siguiente manera: el Estado subsidia el consumo energético y los transportes a través de gasto que financia con un comercio exterior decreciente. El subsidio permite dirigir el dinero de los consumidores a otras opciones, aumentando la demanda. La demanda no puede ser satisfecha sin un aumento de producción. Pero un aumento de producción implicaría convalidar costos laborales más altos y una mayor inversión por parte de las empresas privatizadas, por ejemplo, en distribución energética. Por lo tanto el mayor consumo sin una producción que aumente en igual medida trae inflación. La inflación aumenta los costos internos y corroe el tipo de cambio. Un tipo de cambio menos favorable tiende a bajar el superávit comercial que financia los subsidios y genera (o, al menos, no destruye) puestos de trabajo. La renegociación de los contratos con las privatizadas traerá un “sinceramiento” de precios que compense el subsidio que hoy perciben. A su vez, el tipo de cambio también aumentará para recomponer la ecuación de la industria. Esto implica un ajuste de grandes magnitudes a pagar por el conjunto del pueblo con un consumo menor.
El “Modelo” hace rato que no es virtuoso y por eso ha necesitado de la torpe y mafiosa intervención de Moreno en el INDEC dubujando un índice de inflación ficticio. No por nada el Gobierno calla todo acerca del futuro comportamiento de tarifas. Hay un Rodrigazo recargado en puerta. El banquero kirchnerista Jorge Brito dice que el Gobierno convalidó la inflación a través de emisión monetaria. Usted, ¿va a convalidar el Rodrigazo con su voto?